miércoles, 13 de marzo de 2013

EL ÚLTIMO OBSTÁCULO PARA LA PAZ ENTRE ISRAELÍES Y PALESTINOS

¿Cuál es verdaderamente el principal obstáculo para la paz entre Israel y los palestinos? Esta pregunta surge una y otra vez en la reflexión que hace la prensa israelí en torno al debate político y, también aparece en los distintos foros en los que yo participo desde que llegué a España hace ya más de tres años.

Estas semanas he dado varias conferencias en Universidades. Mi presentación trata, entre otras cosas, la posibilidad de paz entre Israel y los palestinos. Estas conferencias están basadas en las últimas rondas de negociaciones que Israel mantuvo con los palestinos, en especial en las cumbres de Camp David del año 2000 (Plan Barack) y en las negociaciones secretas bajo en Proceso de Annapolis de 2007-2008.

En ambos casos, a pesar de que la propuesta israelí fue considerada como generosa por muchos, tanto dentro como fuera de Israel, los palestinos se negaron a firmar los Acuerdos de Paz y, mientras que en Camp David escaparon físicamente de las negociaciones, en el Proceso de Annapolis simplemente no contestaron a la propuesta israelí.

A aquellos que automáticamente responden que esa propuesta no era lo suficientemente generosa para los palestinos, les invito a leer las entrevistas que concedieron los líderes palestinos en los años posteriores para que entiendan que incluso ellos mismos notaron el avance en las negociaciones.

Esas ofertas incluían la creación de un Estado palestino con fronteras basadas en las líneas de 1967 (con intercambio de territorio), Jerusalén como capital compartida (incluso con soberanía en partes de la Ciudad Vieja) y el retorno de un número simbólico de refugiados palestinos al Estado de Israel.

Israel pidió como contrapartida, además de las evidentes garantías de seguridad, que ese acuerdo pusiera fin al conflicto y que terminasen las demandas.

A partir del 2009 los palestinos se han negado a volver a la mesa de negociaciones. Ni siquiera un congelamiento en la construcción de los asentamientos por parte del Gobierno israelí o la presión internacional (muy débil, por cierto) les ha convencido para retomar el camino de las negociaciones.

Desde mi punto de vista, la respuesta al por qué los palestinos mantienen esta postura se basa en las posibilidades de éxito de dichas negociaciones. Y no es debido al miedo al fracaso, sino justamente a todo lo contrario. Estoy convencido de que los palestinos tienen miedo de que si la próxima ronda de negociaciones tiene éxito, se hallarán una vez más frente al dilema de firmar un acuerdo de paz con Israel que termine el conflicto o mantener "la causa palestina" vigente para un sinfín de futuras demandas.

¿Cuál es la causa palestina sino el conflicto con Israel? Si el líder palestino tiene que elegir entre el Estado palestino y la causa palestina, ¿cuál será su decisión? Hasta hoy la respuesta ha sido muy clara: la causa y el conflicto por encima de la creación del Estado.

Y en la base de esta negativa está el no aceptar la solución de los dos estados para los dos pueblos: un Estado palestino y el Estado de Israel que sea el Hogar Nacional del Pueblo Judío. Porque, mientras los líderes palestinos repiten que apoyan la solución de "los dos estados" (The Two States Solution), nunca se refieren a la segunda parte de la premisa, que es "para los dos pueblos". Lo cual significa, un futuro estado palestino sólo para los palestinos y otro estado cuya esencia sería negociable.

Éste no es el espíritu de la Resolución 181 adoptada por la Asamblea General de la ONU en 1947. La citada resolución habla de la partición de la Tierra de Israel entre un estado árabe y un estado judío. Por eso, hasta que los palestinos no acepten esta histórica resolución, la paz no será posible.

Espero que los periodistas que entrevisten a los distintos portavoces palestinos, desde los diplomáticos hasta el mismo Abu Mazen, les pregunten de manera muy clara si aceptan "la solución de los dos estados para los dos pueblos", es decir, si aceptan la paz o por el contario prefieren la guerra y el conflicto.   




Lior Haiat
Portavoz de la Embajada de Israel